Sábado, 26 Diciembre/53:-
Todo sucedió de acuerdo al programa. El cielo apareció a
las 4 a.m., ¡estrellas centelleantes en lo profundo del horizonte! Por todas
partes parpadea en la costa y nos muestra el camino. No puede retenernos más.
Fuera y arriba en el puente. Sopla fuerte y la temperatura ha bajado -lo creas
o no- hasta los 16º, ¡un castillo de miedo para los que estamos acostumbrados a
trepar el calor! Pero el sol sale del mar y vuelve a arreglar las cosas. Y con
el sol se levanta lentamente una nueva ciudad de maravillas.
Nos lleva un angosto puerto bastante estrecho.
¡Felicitaciones al piloto que llevó nuestro "Delfland" con sus 135 m
a su lugar de casi 140 m de largo con precisión centimétrica sin decir
"bang"!
Una carta de Otje y otra de Friedel fueron traídas a
bordo como primer saludo por el piloto, cuyo barco danzante había navegado
lejos para encontrarnos. ¡Es una buena costumbre que los anhelos por el correo
de casa se apaguen incluso antes de poner un pie en el suelo del país extranjero!
¡Y más aún cuando se trata de un buen correo, como en nuestro caso! ¡Gracias,
querido Otje!
¿Qué diré ahora de Montevideo? Nuestro juicio es todavía
muy imperfecto. Solo estamos avanzando a tientas hacia esta poderosa estructura
urbana con una población de alrededor de un millón. El puerto es más pequeño
que el de Santos, dividido en varias dársenas individuales no muy espaciosas.
Después de todo, hay mucho que ver y maravillarse. Aquí estamos de nuevo
atascados hasta el miércoles; esto es tanto más doloroso cuanto que son sólo 10
horas de viaje desde aquí hasta Buenos Aires. Pero entonces el "tiempo de
sufrimiento" ha terminado.
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